En la plaza de mi barrio
viven miles de palomas
sobre las ramas se esconden
en las noches de verano.
Palomas tornasoladas
de alitas emplumadas.
Torcazas color de arcilla
de piquitos hambrientos.
Ellas bajan a comer
de las manos de los niños,
maíz, pan y sonrisas
acaparan en sus buches.
Pero el guardián de la plaza
no las quiere en su espacio.
Cada día las espanta
con miles de manotazos.
Vuelan, vuelan las palomas
a lo alto de los techos.
Están muy acongojadas
por el maltrato del ogro.
Organizan huelgas de hambre,
una protesta sin vuelos,
unos picotazos en grupo
y muchos gorjeos.
Pasan y pasan los días
sin palomas en el cielo.
Los nenes están muy tristes,
la libertad sin consuelo.
Sin palomas en los parques
no hay alegría ni verso.
Las mamás no saben qué hacer
con sus hijitos tan quietos.
Fue entonces que el guardián
ablandó su corazón,
habilitando la fuente
con chorros de agua al viento.
Una a una las palomas
regresaron a su patio,
refrescaron su plumaje,
a sus amiguitos tocaron.
¡Viva, viva palomitas!
Pajaritas picaronas.
¡Maíz, migas y semillas!
Juegan los niños contentos.
ANY CARMONA
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