viernes, 11 de mayo de 2012

BEBE DE CIELO






















Bebé de cielo,
bebé de risa,
de papilla,
de arrorró,
de gateos
y canciones.

Bebé despierto,
bebote tierno,
demasiado inteligente.
Dormido, sonrojado,
juguete de la abuela.

Te amo tanto,
bebito de masapán,
nenito de la alegría,
que podria tejer alas
con mi cariño.
Para atravezar volando
el océano
cada vez que tú me llames.

Tus ojos azules
son mi mar del encuentro.
Tu grito agudo
es mi llamado.
Y tu sonrisa, mi placer.

Mateo, Mateo, Mateo.
Tu nombre vendrá
a mi almohada
traído por el viento
cada noche
y cada mañana.
No lo dudes, corazón mío
que tu abuela te acompaña.


ANY CARMONA



DESPERTAR EN CANTERBURY

Despertar gris
de un mundo lejano.
Calidez de amor exultante.
Llovisna plateada,
omnipresente,
en el susurro del viento.


Mi felicidad esta esculpida
en el ahora
por seres recién nacidos
a la vida.
Y es con su corazón mas el mío,
que amaso el pan
de la alegría.

¿Qué puedo hacer si soy feliz
en Canterbury
donde me arrulla un canto
en las entrañas
con té a la inglesa,
tulipanes
y campanas?

Soy feliz,
soy feliz porque se aman.
Porque los ángeles se posaron
en su espalda.
Porque sí,
porque puedo cosechar
entre caricias,
cada detalle brindado,
cada anhelo.

Despertar en Canterbury
con sus ojos
de un celeste-azul
de risa y llanto,
es unir el cielo, el mar y el suelo.
Es volver a sentirme madre
con mayúsculas
en este ida y vuelta de la Vida.



ANY CARMONA

martes, 8 de mayo de 2012

DESTELLOS















Destellos de felicidad en el horizonte.
¡Oh, frágiles destellos!
Si en cada gota de paz hay un duelo
y en cada brizna de amor una lágrima.
En cada halo de luz hay una sombra
y en cada nota musical un responso.
¿Por qué no me decido ahora mismo
a caminar por los senderos del poniente?,
¿O me escurren las aguas de los puentes
hasta quedar hecha una lapida en el río?
¿Por qué, por qué, cruel destino,
debo seguir en esta brecha sin rasgarme?
Destellos de felicidad en el horizonte.
¡Oh, frágiles destellos!


ANY CARMONA

EL ANGEL NEGRO


Las manos tibias
de un ángel negro
apretaron con sus caricias,
las blanduras de mi cuello.

Sus plumas tenues
rozaron apenas
perceptibles,
los orificios de mi nariz.

Su cálido aliento
sopló en mi oido
hasta irrumpir
mi sueño.

Hoy el ángel se posó
sobre la curvatura
de mi hombro izquierdo
y no desea irse.


ANY CARMONA