martes, 26 de mayo de 2009

El encuentro*

Pero te empeñas en guardar
un recodo de sombra que no quiero
Pablo Neruda



Esa mañana mi corazón latía a ritmo apresurado. Me sentía impaciente, temblorosa, esperanzada.
De la pantalla, a la pantallita. Del portero eléctrico al teléfono. De la silla a la ventana. Del espejo al guardarropas. De la heladera a la hornalla.
El tiempo parecía estirarse y los relojes se hacían laxos, lentos e imposibles. Las horas no me devolvían su presencia, su voz, su sutil roce mimando mi ansiedad de mujer asombrada.
Luego de mi llamada, su respuesta fue casual, liviana, distraída. Supe que había llegado pero… ¿ estaba?
Tomé el subte contando los minutos pero me equivoqué de dirección y elegí la contraria. Al llegar a la estación siguiente debí cruzar del otro lado y volver sobre mis pasos. Y el tiempo que se escapaba…Casi sofocada, me acerqué al bar indicado, en una esquina de Palermo. Miré la hora, sólo siete minutos tarde. Abrí la puerta divisando a un hombre cuyo rostro me buscaba. Tranquilidad. Era tal cual esperaba. Y yo…yo soy, según me dijo, tal cual me había soñado. “Sos hermosa”, expresó luego de darnos ese abrazo de oso largamente anunciado. Yo reía…”¿Será él, el indicado…?”
A borbotones nos contamos mil cosas ya anteriormente dichas y conocidas solo que ahora podíamos tocarnos. La presencia física hacía del encuentro algo mágico e increíble. Yo estaba posada en el perfil de su alma y él se había estacionado sobre mis ojos iluminados. Nos tomamos las manos y yo lo acariciaba con mis miradas.
Salimos del bar pasadas varias horas y al tomarlo del brazo me dio un beso apurado, esperado, tímido. Caminamos como sin querer separarnos, yo dejé pasar más de un colectivo. Y los piquitos que seguían… Fue entonces cuando me dijo que quería quedarse conmigo. Dudamos. ¡Hubiera sido bello ceder a los impulsos! Pero nos ganó la sensatez y dijimos: “Mañana tenemos todo el día para nosotros”
Pero mañana se hizo temor
                                        y cansancio
                                                           y malestar
                                                                           y carencias
                                                                                            y más dudas.



ANY CARMONA
*Del libro Neruda y yo