martes, 29 de junio de 2010

Los dragones (cuento)



Cuando miré aquella criatura, vi en su cara, la siniestra cara de la realidad. Uno a uno había coleccionado todo tipo de dragones, esos que están por todos lados, en los sueños y en las sombras y que no cesan de acechar.
Decidí seguir con mi metódico hobbie, que a esta altura se había convertido en una obsesión. Seguí observando, recortando y guardándolos por todos lados. En mi armario, debajo de mi cama, en cajas que yo misma construía a ese fin. Cuando finalmente estuve satisfecha con mi enorme colección, me miré al espejo y ví que habían pasado muchos años, quizás siglos. Estaba vieja y decrépita y no sólo eso, me encontraba en un laberinto de dragones y no podía salir.Ellos habían persistido y sobrevivido a todo y yo…yo estaba casi sin aliento, al final de mi vida y sin esperanza de poder escapar. ¿Cómo hacer para que ellos desaparecieran y me dejasen salir, respirar y sentir la libertad? Sólo yo tenía en mi poder esa gran llave… De pronto lo vi claramente. Agucé mi mirada interior y comprendí que no eran dragones sino simples duendes que uno a uno irían desapareciendo siempre que yo lo deseara. Cada duende era un personaje, un paradigma, alguien o algo que tenía significación para mí. Mis padres, mis madres, mis maestros, mis jefes, mis sombras, mis soledades y algo que por fin había adquirido un rostro. Algo que me había perseguido minuto a minuto en ésta y otras vidas y que ahora tenía muy cerca, tanto que hasta podía sentir su respiración: mi muerte, ese dragón eterno que nos espera al final…¿O quizás al comienzo?
Esforzándome en lograrlo, me concentré sobre mí misma, en el centro de mi ser, tratando de bucear dentro de mi , de conocerme un poco más. Y así estuve, en esta meditación, por un tiempo breve o largo, no lo se, hasta que vi que mis pies se levantaban, lentamente y de una manera imperceptible. ¡Estaba levitando! Volé dejando debajo mío la intrincada telaraña de dragones-duendes que me envolvía. Me elevé muy alto y me fui muy lejos, hasta que ya no pude distinguir nada más. Al fin soy libre, libre para pensar, libre para crear, libre para sentir y dejarme llevar.
No me pregunten si existo o no. No me pregunten qué hora o que año es o si estoy en la Tierra o en otro planeta del Universo. Diré solo que al fin los destruí, a ellos, mis duendes, mis dragones.



ANY CARMONA

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