lento juego de luces, campana solitaria…
Pablo Neruda
Luego de aquel encuentro en un bar de Palermo y de ese idilio platónico que se había gestado entre ambos, ella fue invitada a pasar unos días en Pinamar donde él vivía desde hacía unos largos veinte años. “Salir con alguien que vive cerca de la costa me trae una sensación de aventura, de futuro incierto, promisorio…me anticipa una madurez llena de mar” Pensó Alejandra al embarcarse en el bus de La Costera que transitaría un largo espacio de ruta (cinco horas) desde la ciudad de Buenos Aires hasta la ciudad más linda de la Costa argentina. Estaba ansiosa…
El encuentro, el segundo que tenían, fue entusiasta y acalorado. Besos, abrazos y muchas expectativas.
Llegaron a su departamento que estaba justo en frente del mar “¡Hermoso, romántico!”, se dijo Alejandra y su felicidad comenzaba a desbordarle. El la invitó a cenar, la llevó a pasear por la ciudad para mostrársela y luego cayeron agotados de vuelta a su casa. El le dejó su cama y ella se quedó dormida casi en el instante. “Seguramente hay otro cuarto, aún no he visto todo el lugar”. Pensó la mujer que no se había animado a llamar a su enamorado. Enseguida rememoró todo un año de relación virtual en que ambos se habían ido conociendo poco a poco, con cartas, poemas, intercambio de fotos... Y luego el rumor de las olas le sirvió de canción de cuna (había sido un día muy movido) y se durmió.
Por la mañana abrió los ojos justo en el momento en que escuchó voces en el living. Era la voz de su amigo y de otra persona, un hombre. Se levantó de la cama poniéndose un mantón en los hombros y en puntillas de pie, se acercó para escuchar:
- Se vino hasta acá, imagínate. Yo no se cómo decirle la verdad – Dijo Pablo.
- ¿Cómo decirle? Díselo y listo – Contestó el otro hombre.
- ¡Pero cómo, parece tan enamorada!
- Solo dile que tu amor está puesto en otro lado, que no se haga ilusiones y que solo serán amigos.
- ¿Ah si?...¿Y dónde está puesto mi amor?
- ¿Cómo que dónde está tu amor?...¡Ahí!...¿Dónde si no? – Dijo señalando el suelo.
Ale estaba más que intrigada. Se deslizó sin hacer ruido hacia el baño donde tomó una ducha y se vistió. Luego salió hacia la cocina para ver si lograba aclarar la situación con Pablo que a esa altura ya se había quedado solo. Lo encontró en el suelo sentado en el colchón donde había dormido. Estaba acariciando y hablando con su perro, un hermoso Dobermann color marrón brillante, tan inteligente, simpático y cariñoso que casi parecía un ser humano.
-Hola, ¿qué haces ahí? – Dijo ella.
- Buen día. Estoy charlando con Chocolate que es el único que me entiende.
- ¿Dormiste ahí, con el perro?
- Sí.
- ¡Ah! - Miró para todos lados y no vio más a nadie, por lo cual supo que el único amor de ese hombre era… ese perro. Tal como le había dicho su amigo, ese era su único amor... Salió del departamento corriendo, camino a la playa. Se sentía desilusionada y sin esperanzas. El hombre del que se había enamorado por Internet no era como ella lo había imaginado.
Cuando tomó el colectivo de regreso a la Capital, sintió sonar las campanas de la iglesia, eran las seis de la tarde del primer día en Pinamar. Las campanadas se mezclaron con el viento y su eterna soledad regresó para acompañarla. “Choco, Choco, Choco”, se repetía mientras recordaba al perro que le lamía su cara y sus lágrimas, al decir adiós.
ANY CARMONA
*Del libro Neruda y yo
1 comentario:
Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre y que cuánto más se conoce a la gente más se quiere a su mascota...¿Será cierto?...¡Dios mío, juro que nunca olvidaré a ese animal!...Any Carmona
Publicar un comentario