Gotas de vida
Puse en mi boca la última barrita de chocolate que encontré en la cartera.
- Es la última – me dije mientras la colocaba bien pegada al paladar para comenzar a acariciarla muy sutilmente con mi lengua. Era la última porción. Dulce, suave, cremoso chocolate dentro de mi boca. Me hablaba de sensaciones, de placer, del delicioso sabor de lo bueno. Fui degustándolo lentamente. Raspando con delicadez con mis encías, carrillos y papilas gustativas, cada miligramo de aquel postre.
– Que no se acabe – me decía al tiempo que arrollaba en un bollito el papel dorado, no sin antes leer: “Gusto capuchino”. – Es el primero que me regaló – pensé – pero no el que más me gustó…ese fue el de limón –
Miré de nuevo y lo arrojé por una alcantarilla. Rodó y cayó en el vació hasta desaparecer de mi vista.
- Ya está, se fue, este es el final – repetí tragando la última gota de vida por mi garganta seca.
Mis ojos miraban la nada y mis pensamientos divagaban hacia aquellas otras tantas veces en que tuve que despedirme de algo…o alguien.
Y ya comenzaba a caminar alejándome de mi casa, cuando de pronto lo recordé: - Me queda otro trozo en el cajón del comedor, entre los manteles finos. Es el de chocolate amargo con cascarita de naranja. Sí, ahora lo recuerdo, lo guardé ahí porque fue el más sabroso de aquellos regalos – Pensaba para mis adentros.
Desanduve apresuradamente el camino, subí por el ascensor, abrí la puerta del departamento y, como loca, busqué la tableta en el fondo del cajón. Ahí estaba: “Chocolate Suchard con ralladura de cáscara de naranja”. Tuve el impulso de comer pero no, me senté en el sillón y me largué a reír a carcajadas. ¡Qué bueno! Lo dejaría guardado, esperando a que él se me tornara indispensable y mi boca, lo deseara de nuevo.
Puse en mi boca la última barrita de chocolate que encontré en la cartera.
- Es la última – me dije mientras la colocaba bien pegada al paladar para comenzar a acariciarla muy sutilmente con mi lengua. Era la última porción. Dulce, suave, cremoso chocolate dentro de mi boca. Me hablaba de sensaciones, de placer, del delicioso sabor de lo bueno. Fui degustándolo lentamente. Raspando con delicadez con mis encías, carrillos y papilas gustativas, cada miligramo de aquel postre.
– Que no se acabe – me decía al tiempo que arrollaba en un bollito el papel dorado, no sin antes leer: “Gusto capuchino”. – Es el primero que me regaló – pensé – pero no el que más me gustó…ese fue el de limón –
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- Ya está, se fue, este es el final – repetí tragando la última gota de vida por mi garganta seca.
Mis ojos miraban la nada y mis pensamientos divagaban hacia aquellas otras tantas veces en que tuve que despedirme de algo…o alguien.
Y ya comenzaba a caminar alejándome de mi casa, cuando de pronto lo recordé: - Me queda otro trozo en el cajón del comedor, entre los manteles finos. Es el de chocolate amargo con cascarita de naranja. Sí, ahora lo recuerdo, lo guardé ahí porque fue el más sabroso de aquellos regalos – Pensaba para mis adentros.
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ANY CARMONA
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