Deja que el cuerpo ahonde
entre macizos de capullos vírgenes,
y que crezcan en el llanto zarcillos
que atrapen la piel sobre la piedra.
( un violín sin cuerdas derrama sobre el alba su grito)
Deja que las lágrimas
columpien su pena entre las nubes
que convertidas en agua se duerman en tu sed;
déjalas descender hasta tu sexo silencioso
y que en su húmeda caricia degusten tu fuego.
(las notas de un piano aíslan realidades)
Deja que la tierra forme un surco
donde enterrar el óvulo estéril
de un amor sin hacienda ni futuro;
deja a las manos ser lluvia
que fertilice las arrugas del alma.
(el gemido de un clarinete nocturno busca su tumba en el
mar)
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